lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Quién es Jay Landsman?

¿Quién es Jay Landsman?, nos preguntamos desde un principio. ¿Qué transformación extraña se ha dado en su físico y mente para tornarse tal como es?, ¿y qué Dios le ha puesto en la tierra para trocarlo en contrario de lo que debería ser?
Pues cuando se nos da por echar un vistazo, observamos que todas las aristas que no han sido redondeadas por el sistema, se muestran aún fascinantes cuando provienen de su voz. Y no suenan fuera de lugar y tiempo cuando ya deberían de ser así.

¿Qué es esta voz fascinante que se le da a la decadencia? ¿Es acaso algún poeta romano cantando los últimos días de su ciudad ante la llegada de los bárbaros? ¿Es él acaso, el encargado de abrir las puertas a los invasores o el anónimo causante de resistir la embestida para que no bajemos la guardia ante lo que se nos viene?
Su físico consumido por los vicios nos es mostrado continuamente desde el comienzo. Pero lo que no se nos muestra, es la razón del porqué nos engaña; del porqué da tan poco de sí ante el desastre que se avecina; y más importante aún, del porqué juega a ser cuerdo o seguirle la cuerda a sus superiores cuando sabe que son otros los que tienen la razón.
El también reconoce a la razón, pero es muy cuerdo para usarla. En una ciudad como Baltimore, la cordura no va de la mano con ella. Y el ser un héroe no tiene nada que ver con hacer el trabajo bien o estar en el lado de los buenos.

Jay Landsman, es un hombre que nos muestra los defectos unidos a los anillos de las virtudes en una misma cadena. Un personaje de brillos y sobre todo de sombras, pero que no le alcanzan para ser día o noche. Él es algo más, algo que se nos muestra distinto, inclasificable, aún para los grandes archivos policiales del lado oeste de la ciudad.
No necesitamos conocer que es lo que siempre mastica y come para intentar saber de que está hecho. Para trazar la sombra y ubicarla en su figura y no fuera de ella. La sombra no se proyecta fuera de él, sino hacia dentro del mismo, como un cañón en un profundo valle de Marte. Y ese es su engaño o su secreto, ya que nunca sabremos si el río en el fondo del mismo lleva gran caudal o apenas acarrea agua. Nunca sabremos si tiene sed de triunfos o lo guarda todo en un gran pozo seco.
Porque el sargento Landsman no es torpe, nunca lo ha sido, pero sí mediocre. Y lo es varias veces, y casi siempre por la misma razón. Como una casa de espejos, que repite sus carencias y excesos cuando se nos presenta.
Es el prisionero que no ha sido amarrado. Al que se le ha dejado las manos libres porque se le ha convencido que su lugar se lo proporciona el sistema. Y no es traidor por ello. Ni tampoco lo sería si actuara en contra de aquel. El sistema de Baltimore acepta a quien lo quiere perpetuar y a quien lo desea cambiar por igual. No hace distingos, porque el sistema los ha de derrotar a ambos, pero de distintas maneras.

El obeso oficial de policía guarda los trucos aprendidos y desvela su magia cuando la muerte toca muy cerca a casa. Con el intento de asesinato de la oficial Greggs lo vemos hacer verdadero trabajo de detective. La burocracia no lo ha pasmado del todo y se siente en la calle como en el patio de su hogar.
Tiene con sus compañeros en desgracia las palabras justas que no les supo decir, mejor dicho, que no les quiso decir en su debido momento. Es generoso para recordar cada detalle importante y para adornar cada detalle intrascendente y hacerlo importante, una última vez.
En sus palabras, las virtudes y defectos son obra de un mismo material y componen un mismo trabajo que necesita ser apreciado. Una obra magnífica que se expone.
Jay Landsman con todos sus defectos, también es una obra magnífica que se expone. Tal vez sea, roto como es, el mejor de todos los trabajos hechos por Dios.


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